La nave de los locos eran embarcaciones que viajaban a la
deriva en el mar. Los tripulantes eran los llamados locos que las diferentes
ciudades expulsaban de su territorio. Impuros, pecadores, irracionales.
Esta vez la nave hizo una parada en Chamalmalal que amanecía
desolada, el complejo 8 todavía no había abierto sus puertas, no se veía el mar
desde los huéspedes estaban parados. En la espera se reparte la Biblia, la
nueva ley de salud mental, evengelizando a los presentes. Los locos tienen
derechos dicen las buenas nuevas, las malas viejas no trazan un panorama
alentador.
Los irracionales vienen de diferentes provincias para
compartir su arte realizado dentro de los respectivos neuropisquiátricos, ahora
afuera, en Mar del Plata. Teatro, música, poesía, circo, danza, radio,
periodismo, mural declinan la imagen social del loco inútil, peligroso y
pasivo.
Las continuidades entre el hotel y el manicomio no se rompen
en el viaje, se escucha de manera
cotidiana: -¿vamos al servicio? Sucede que el hotel donde están alojados tiene
similitudes espaciales con cualquier neuropsiquiátrico,
largos pasillos pintados con colores de hospital, gente deambulando, fumando,
subiendo y bajando escaleras. La recepción, el baño, las ventanas, traen
recuerdos de tierras lejanas.
Una de las invitadas al festival para dar una charla fue la
directora de Salud Mental de la Nación, ante el reclamo por una inclusión
social concreta la respuesta no fue la esperada: un emprendimiento de mermelada
y una suma de subsidios improbables. Ante el reclamo de las condiciones
deplorables de los hospitales, de la amenaza de cierre de talleres en La Pampa:
“sé que están cansados de esperar, pero hay que seguir esperando”.
La profecía indica que para el año 2020 se cerrarían todos
los hospitales monovalentes, cómo es la pregunta si no existen estructuras,
edificios concretos que apunten a sustituir al manicomio. Teorías, campañas
políticas de aquel lado, del lado de los
que vuelven al encierro la incertidumbre sobrevuela en el aire.
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