Cotidiana mente navegan en un adentro que va
marcando el paso por la vida como un “tic tac”
que inexorablemente consume, desgasta y enferma.
Sujetos y en la mayoría de los casos dependientes de un
estricto horario de muchas variadas cosas. Estar a punto y puntualmente
dispuestos a directivas. La comida marca un compromiso rígido y un “alimentarse”
a fin de no tener que padecer hambre fuera de ese limitado horario.
Otra brutal invitación es la de concurrir a las office de
cada servicio a degustar la “sabrosa” medicación que al transcurrir unos
minutos comienza a circular por la sangre deseosa de libertad y rasgos de un “estar
bien”.
Para quienes están entro, el afuera puede llegar a
asemejarse a un circular por una calle cualquiera sin ser perseguidos ni
señalados. Libres de toda atadura física, tácita, regimentada y sin candados de
índole manicomial, la que en muchos casos se aproxima a un existir infernal e
insoportable.
Un circular por la vida sin corta-pisos y desarrollar
poniendo a volar deseos, pequeños placeres o sencillamente gozar al abrazar a
alguien que les manifieste un sentimiento de afecto, amistad, calidez que no existe
en los intrincados y fríos pasillos del tremendo y terrible edificio que
manicomializa, estigmatiza y marca como una herida provocada por un enorme
puñal que cala profundo en carne y mente para siempre, que tan solo los
desmemoriados podrían olvidar y ver cicatrizadas
Un “estar afuera” del neuropsiquiátrico significa casi como
navegar en un mar azul con peces multicolores y no entre ríos y lagunas
repletas de aguas sucias y embarradas de desidia y pudriéndose con el paso del tiempo,
el transcurrir cada segundo, cada hora y días estériles que de por sí solos
lloran de pena mirando a la nada.
El afuera se torna como un espacio casi no perteneciente al
mundo. Sería, tal vez, como aquel mundo soñado enmarcado entre caminos de
fantasía, sueños, placeres, utopías y pases mágicos que pegan saltos como
conejos salidos de una gigantesca galera que flota en el aire de mundos
paralelos pintados de colores muy impresionantes, más intensos que miles de
arcoíris.
Un adentro y un afuera…
Renegando hasta de haber nacido
La vida que transcurre y va rumbo a un no se sabe qué
Hambre, sed, sueños de papel y una química de laboratorio,
no con identidad de un genuino adn
Sombras, laberintos y ojos de miedo mirando a la nada, hacia
una eternidad que desde siempre ha tenido características de locura.
Miguel Bonafe
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