Estudiantes de psicología y una infiltrada de artes visuales aterrizan en Buenos Aires, el viernes 19 de octubre a la mañana. Su misión, participar en los talleres del Borda, tomar mates, regalar alfajores, pinturas y un par de banderas.
Con mucha expectativa llegamos a Buenos Aires, a algunos la ansiedad no los dejó dormir. El cartel de "Bienvenidos a Buenos Aires" no es necesario, las grandes autopistas y la cámara rápida lo delatan.
Nos alojamos en San Telmo, calles rocosas, yango, pasado y presente, pobreza, riqueza, basura, distintos idiomas, bocinas, miradas al piso, conforman su fisonomía.
Nuestra misión, visitar al Borda, compartir una lucha: ayudar a demoler el muro. Un tanto perdidos deambulamos por las calles de la ciudad hasta dar con el hospital. Nos recibió con la cara triste y sucia, nos contó que estaba olvidado por las políticas de Estado, que lo quieren matar pero que dentro suyo hay un corazón que resiste, late, grita, canta actúa y hasta hace pan.
Teníamos que romper el muro para encontrarnos con ese activo corazón, todo un desafío, pero a eso vinimos y cruzamos. Miradas perdidas, olor a pis, "holas" que circulan por los pasillos que encontramos y los contestamos. Médicos, vendedores ambulantes y podríamos seguir nombrando personajes que conviven en este ecosistema. Llegamos al patio, el corazón, en este lugar el Borda cambia la cara, se viste de verde, se pinta de mural, te susurra en todos los sentidos que está resistiendo.
Participamos del taller de Pan del Borda, hicimos tortas fritas, las vendimos y encontramos un par de amigos: Juan, coordinador de aplausos y cuentista de cosas buenas. Vivi y su pareja nos contaron de su compromiso, el otro Juan de sus ganas de abrir un negocio en Mar del Plata, una panadería.
Entre otras historias nos contaron de Pan del Borda, un proyecto de panadería que se autogestiona vendiendo sus productos. Estaban funcionando en un nuevo lugar, el anterior lo demolió la gestión de Macri, perdieron fuentes e insumos, ahora cocinan sin gas, por lo que dejaron de producir mucas cosas. Sin embargo, siguen en pie, resisten ante la indiferencia del poder ¿Hay que estar loco para seguir en estas condiciones no?
Así, las historias se repiten, a Francisco lo denunciaron por correr por la avenida Independencia para alcanzarle un globo perdido a una niña ¿Cómo va a detener el tránsito de los cuerdos?
Me siento en el patio ¿ a dónde comienza la locura? ¿de qué lado estoy?
En el Borda hay un corazón que late, locura es dejarlo morir detrás de un muro.
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